Sobre sus paredes de granito gris blanquecino, las fisuras y diedros crecen hasta el azul infinito y a sus pies el río Cortaderal flanquea centelleante. En el día son resplandecientes, como gigantes congelados bajo el sol, miran con sus ojos pétreos el silencioso andar de los tiempos. Durante la noche sus tres grandes sombras acarician el valle, recorriendo las laderas y al mirarlas se yerguen enormes contra un cielo de mil estrellas. Son un camino vertical, un jardín de puyas, un sueño por escalar. Donde el viento susurra sus canciones y a los grandes señores del cielo les gusta revolotear. Escultura de sirena, vertiginosa y pura, santuario del silencio, gigante lámpara de sal.